domingo, 14 de octubre de 2007

Acariciable



Acariciable

Cómo hacer para observarte a la luna, ahí sola,
como la potra que eres, fierasangre,
para saciarme entero de miedo, sentado
a treinta escasos centímetros.
Qué polilla no bebería tus ropas para
empacharse encantada ahí, de tanto brillo,
de tanta sobrevida que se te escapa por los poros
a tus escasos 19, “escasos” por lo de no-te-alcanzan claro,
para retratarte cenicienta, betónica, polvorosa.
Intramundo parido, al vuelo
eres intramundo parido, soledad de cóndor, allá
revoloteando arriba, los mismos ojos y
así las garras sutiles del desgarro.
Quién te viera ahí a tres cuartos de noche, deslumbrante
el pezón de amamantar, la caricia turbia ahí
donde duele, ese aspecto
de estatua nacarada, quién. Virginalidad
es lo que exudan tus ojos para oírte de lleno
con el tacto erógeno tu voz pre-sonora
intuyendo la mentira encantado, eso es
decirlo todo del aura que te rodea como a la luna
esa que anhelo, viciosa
de esta hambre ronca.
Tremenda soledad en tus ojos.

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